Ataques de pánico

¿Qué es un ataque de pánico?

Los ataques de pánico son una respuesta intensa y aterrorizante a una situación o evento que es percibido como peligroso, y la sensación más desagradable y sufriente es el miedo intenso y la sensación de pérdida de control. La persona puede experimentar síntomas físicos como sudoración, palpitaciones, dificultad para respirar, mareo, dolor o presión en el pecho, entre otros, lo que puede llevar a una sensación de angustia o incluso de que algo grave está sucediendo. Estas sensaciones son muy intensas y a menudo se sienten incontrolables, lo que puede ser muy angustiante y difícil de manejar. Los síntomas pueden durar de algunos minutos a varias horas, siendo importante recalcar que su aparición presenta un principio y un final. Este proceso puede entenderse como una curva de U invertida, en la que la persona comienza a sentir los síntomas anteriormente citados, hasta llegar al punto máximo, tras el cual la ansiedad y la sensación de angustia o despersonalización comienzan a tomar un equilibrio, dejando en la persona que los sufre una sensación de agotamiento y fatiga. 

Una de las razones por las que los ataques de pánico causan tanta angustia es debido a su presentación como sintomatología fisiológica. Dichos síntomas tienden a interpretarse de forma catastrófica y desde la hipervigilancia a los mismos, siendo estos comportamientos uno de los mantenedores del círculo vicioso de los ataques de pánico. Dicho círculo vicioso es un patrón repetitivo en el que la ansiedad genera más ansiedad, creando un ciclo interminable. Esto puede comenzar con pensamientos ansiosos o preocupantes que desencadenan síntomas físicos de ansiedad, lo que a su vez provoca más pensamientos ansiosos y así sucesivamente, debido al mecanismo de defensa de hipervigilancia con el que se examinan dichos síntomas.

¿Qué puede originar un ataque de pánico?

Hay varias causas subyacentes que pueden contribuir a los ataques de pánico, incluyendo:

  1. Genética: La predisposición a los trastornos de ansiedad, incluidos los ataques de pánico, puede ser hereditaria.
  2. Trauma: Experiencias traumáticas, como una agresión sexual, un accidente o una enfermedad grave, pueden aumentar el riesgo de desarrollar ataques de pánico.
  3. Estresores: Los estresores, como el estrés financiero o las relaciones conflictivas, pueden aumentar el riesgo de desarrollar ataques de pánico.
  4. Cambios adaptativos: Transitar por nuevas etapas puede generar sensaciones de inseguridad y angustia, reflejándose dicho estrés a partir de los ataques de pánico. 
  5. Trastornos de ansiedad preexistentes: Las personas con trastornos de ansiedad preexistentes, como la fobia social o el trastorno de ansiedad generalizada, tienen un mayor riesgo de desarrollar ataques de pánico.
  6. Consumo de sustancias: El uso excesivo de sustancias, como el alcohol o las drogas, puede desencadenar ataques de pánico.
  7. Cambios fisiológicos: Los cambios hormonales, como los que se producen durante la menopausia, o los cambios en el sistema nervioso, como los que se producen con la enfermedad de Parkinson, pueden aumentar el riesgo de desarrollar ataques de pánico.

Hay que tener en cuenta que muchas veces hay múltiples factores que contribuyen a los ataques de pánico y que la causa subyacente puede variar de una persona a otra. Asimismo, suelen presentarse en momentos donde la persona se encuentra en calma o reposo, tras un largo periodo estresante en su vida. Suelen implicar un mantenimiento del estado de alerta con el que la persona se relaciona en su cotidianidad. 

¿Cómo puedo aliviar las sensaciones que traen consigo los ataques de pánico?

Hay varias técnicas que puedes utilizar para aliviar las sensaciones durante un ataque de pánico:

  1. Respiración profunda y lenta: Toma unos momentos para concentrarte en tu respiración y trata de hacerla más profunda y lenta.
  1. Distracción: Trata de distraerte de tus pensamientos ansiosos y de los síntomas físicos concentrándote en algo que te guste o en algún pasatiempo que tengas.
  2. Ejercicio: Haz algún tipo de ejercicio suave, como caminar o estirarte, para ayudar a disminuir la tensión muscular y reducir la ansiedad.
  3. Relajación muscular: Trata de relajar tus músculos uno por uno, comenzando por los pies y subiendo hasta la cabeza.
  4. Afirmaciones positivas: Repite afirmaciones positivas para ti mismo, como “estoy a salvo” o “puedo manejar esto”.

Es importante recordar que los ataques de pánico son temporales y que pasarán. Busca apoyo en amigos y familiares y considera hablar con un terapeuta para ayudarte a manejar tus ataques de pánico de manera más efectiva.

¿Cómo puede ayudarme un terapeuta a hacer frente a los ataques de pánico?

Un terapeuta puede ayudarte a hacer frente a los ataques de pánico de varias maneras:

  1. Identificación de pensamientos y patrones de ansiedad: Un terapeuta puede ayudarte a identificar los pensamientos y patrones que desencadenan tus ataques de pánico y a trabajar en la resolución de los mismos.
  1. Aprendizaje de técnicas de manejo de la ansiedad: Un terapeuta puede enseñarte técnicas de manejo de la ansiedad, como la respiración profunda y lenta y la relajación muscular, que pueden ayudarte a aliviar los síntomas durante un ataque de pánico.
  2. Educación sobre los síntomas: Comprensión de los síntomas de pánico a nivel biológico, abarcando la sensación de mareo, de falta de aire, del aumento de la temperatura corporal, la sensación de hormigueo, la opresión en el pecho, las palpitaciones y taquicardias, etc.
  3. Implementación de técnicas de desactivación fisiológica, como la relajación y respiración diafragmática. 
  4. Exposición a síntomas físicos: consiste en exponerse de forma sistemática y premeditadamente a las sensaciones corporales que provocan temor.

Es importante buscar ayuda si se experimentan ataques de pánico repetidos o si los ataques afectan significativamente la capacidad de la persona para llevar a cabo sus actividades diarias. Un terapeuta o psiquiatra puede ayudar a identificar la causa subyacente de los ataques de pánico y proporcionar un plan tratamiento adecuado e individualizado a la persona. Además de permitir un espacio de expresión y comprensión emocional a la persona.

Estela Zegrí Quesada (Psicóloga)

Psicóloga en Sumpsicólogos.

Máster en Psicología General Sanitaria por UNIR.

Máster en Terapia Sistémica Familiar por la Universidad Pontificia de Comillas.

Especialista en Psicoterapia y Psicodrama por la EPyP.

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